Textos
DIME QUÉ IMPROVISAS Y TRATARÉ DE DECIR QUIÉN ERES
Breve reflexión ad lib sobre los vínculos de la improvisación y las artes escénicas
Por Jorge Monteagudo
Artículo publicado en «Deodoro, revista de la Universidad Nacional de Córdoba» – marzo, 2011
En Córdoba abundan las propuestas teatrales que involucran a la improvisación como técnica y como poética pero no haremos aquí un relevamiento de quienes llevan adelante estas prácticas sino que intentaremos enfocarnos en algo que no sabemos muy bien qué es porque improvisaremos.
En principio, dejaremos de hablar en primera persona del plural para evitar esta bipolaridad retórica y pretendidamente académica.
La improvisación, así, en itálica y como tema, comprende una serie de técnicas que se aplican, se puede decir, a gusto y placer del gourmet y del comensal.
Por un lado, se utiliza como herramienta de aproximación actoral y dramatúrgica en la construcción de espectáculos. Pido permiso para decir que la improvisación es algo que no se toca porque flota invisible en el aire.
Por otro lado, la improvisación se puede transformar directamente y sin antivirus en espectáculo. Esto sería algo así como texto & cuerpo en pura manifestación.
Y la última, que tal vez la señora que va al teatro no sabe, es que el performer (actor y/o actriz) siempre pero siempre improvisa cuando está en escena. Sí, aunque tenga texto y partitura de movimientos aprendidos con sangre. El teatro duele, señora.
Dale, improvisate algo
Durante mucho tiempo se consideró al teatro como un género literario. Los nuevos enfoques sostienen que antes de la representación no hay nada y que el texto teatral es sólo un conjunto de claves y códigos que activarán el acontecimiento escénico. ¿Y dónde está el teatro?
El teatro espera en escena. Y esperando que aparezca tenemos a: el performer y el público.
El performer es un botiquín de sustancias volátiles y peligrosas: según como las manipule puede sobrevivir o morir por sobredosis.
El público es el elemento indispensable que hace que el Big Bang teatral suceda.
Todas esas sustancias actúan como principios reactivos y catalizan (además de autocatalizarse entre ellas con asquerosa promiscuidad) la escena promoviendo su combustión.
Para que haya teatro (además de un subsidio) tiene que haber, al menos, un actor y un espectador: dos planetas que colisionan y generan un tercer planeta que tiene sus propias leyes físicas. El teatro sucede en el entre del actor y el espectador, en un espacio invisible donde todos los componentes desaparecen para dar vida a un fenómeno único: la muerte de la palabra y el nacimiento de la escena.
Si el teatro no es texto, si la palabra está muerta y tenemos público….entonces, ¡dale, improvisate algo!
Más simple, ponete una peluca
Todos improvisamos en nuestra vida cotidiana. Uno se despierta y con suerte planifica más o menos el día. Lo que acontece después es azar. Casualidad organizada.
En el teatro es igual. Pero no.
En la vida real uno muere y tiene sexo. En el teatro uno se hace el muerto y si tiene sexo seguro va preso. Puede ser que algunos tengan sexo en el baño de un teatro, pero no es eso a lo que me refiero.
La vida es como el teatro; incluso a veces somos performers secundarios de la nuestra propia pujando por ser protagonistas.
¿Pero qué sucede con el teatro de improvisación que lo hace atractivo tanto para el que hace como para el que mira?: ninguno sabe qué va a pasar.
Por tal motivo, estas propuestas convocan multitudes. Como en el fútbol. En ambos casos la técnica es fundamental, pero al fútbol uno lo puede ver por tele y sentir casi la misma emoción que si lo viera en vivo. Pero ver teatro en diferido no da.
La improvisación no se puede registrar porque es inasible, mal que le pese a quienes protegen nuestra propiedad intelectual. En la improvisación el teatro no está hasta que se manifiesta. Después muere, o se hunde en un vaso de cerveza.
El performer escucha, acepta, niega, propone, divaga, bloquea, asocia, vincula y reincorpora a través de su impulso e irradiación.
Pero no hay representación, no hay presente que vuelve, hay un presente doblemente actual, paradójico y en bucle: soy uno que hace de otro que soy yo mismo que está allí haciendo de otro que te mira mientras me mirás como te miro. Más simple, ponete una peluca.
Tenés el cuerpo lleno de estupideces
Un performer puede tener muy buena técnica, saber muy bien su texto y sus partituras, pero al estar en escena se encontrará irremediablemente solo. Sólo se tendrá a sí mismo. Y el público sólo lo tendrá a él. Por unos 50 minutos, más o menos.
Cuando uno improvisa puede decir lo que se le pasa por la cabeza. Pero cuando la ocurrencia verbal deja paso al suceso del cuerpo ahí la cosa se vuelve más power.
La improvisación no es utilizada como estrategia creativa dramatúrgica o de comportamientos sino que funciona como generadora de mundos.
El cuerpo es el que habla. Una respiración en silencio puede decir más de lo que se propone.
El performer se escanea y hace un inventario de su cuerpo utilizando como aliado al silencio que todo lo contiene. El silencio es blanco y contiene los sonidos en estado latente.
El blanco contiene todos los colores. El silencio contiene todos los sonidos.
Siempre el primer movimiento es fundamental y es el que establece el parámetro de la percepción. A veces parpadear es suficiente.
Seguramente el performer se pregunte: ¿Cuáles son los mecanismos de la composición escénica, cómo elaboro una partitura en sí misma, cómo recordar cada movimiento, cada palabra, para retomarlos en el transcurso de la improvisación? La respuesta no llega nunca porque es el impulso que genera el movimiento. Si la responde, se va a trabajar a un call center.
Antes dije que la improvisación es algo que no se toca porque flota invisible en el aire. ¿Por?
Porque la improvisación es una colisión de imaginarios: el imaginario propio de cada performer, el imaginario alfa que se genera en el entre de ellos mismos y el imaginario beta que se concreta en el entre con el público. Estos tres imaginarios se retroalimentan permanentemente. Uno está dentro del otro y se contienen como una mamushka escénica.
En escena no hay impermeable que valga, todo cae al cuerpo y se absorbe para que suceda la fotosíntesis teatral.
El performer habita un estado de actuación con cuerpo y espíritu unidos hasta que el fin de la escena los separe. Improvisar es como soñar y no recordar el sueño. Hay cosas que se manifiestan sólo cuando se está en escena, tópicos que se repiten, recursos que se reiteran.
En la vida uno siempre está en su búsqueda y en el teatro también.
¿Cómo buscar lo que uno no sabe qué es? Yendo.
La primera palabra siempre es la correcta y desde el principio siempre se piensa en el final.
Todo muy lindo pero, ahora que hice todos esos cursos y leí a Zeami, Stanislavski, Grotowsky, Chejov, Artaud, Taviani, Johnstone, Barba, Brook, Oida, Ure, Catalán… ¿cómo sé que improvisar?
Ah, eso es otra cosa.
El tema no es cómo hacer la improvisación sino qué hacer con ella.
En principio, dale, improvisate algo, ponete una peluca y dejá ser a ese cuerpo lleno de estupideces.
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Golero de Peligro
Cuento publicado en La Voz del Interior – Copa América de escritores – julio 2011.
Leer aquí: http://vos.lavoz.com.ar/libros/gol-escritor-golero-peligro